Imagine
por un momento, que usted logra obtener un trabajo en el cual ganará por lo
menos, $100,000.00 pesos al mes más prestaciones, pero no solo eso, solo tendrá
que trabajar seis meses y medio al año, es decir, tendrá unas vacaciones de
cinco meses y medio, y claro, durante las vacaciones seguirá percibiendo dicho
salario. ¿Suena medio irreal verdad? No lo es, estos privilegios los tienen
nuestros diputados federales y senadores.
Un
diputado gana una dieta mensual de $77,745.00 pesos, a eso hay que sumarle
$45,786.00 pesos de Asistencia Legislativa y $28,772.00 pesos para la Atención
Ciudadana, que en total suman $152,303.00 pesos mensuales, de acuerdo con
información de la Cámara de Diputados. Un senador de la República gana $126,800.00
pesos mensuales y recibe otro tipo de aportes económicos si es presidente del
Senado, o si coordina a un partido político o si preside una comisión; sin
embargo, esa información no está precisada en la página de transparencia del
Senado de la República.
Uno
pensaría que si un servidor público gana dichas cantidades, debe de trabajar
muchísimo en beneficio del país, sin embargo, la realidad es otra, ya que
conforme a los artículos 65 y 66 de la Constitución Federal, nuestros
legisladores laboran dos periodos al año, del 1 de febrero al 30 de abril, y
del 1 de septiembre al 15 de diciembre, es decir, un total de 195 días al año.
Si sacamos cuentas, descansan 170 días.
Lo
anterior es preocupante, pues existen muchísimas leyes que urgen ser aprobadas
para el desarrollo del país, pero que no se han atendido debidamente, por la
falta de tiempo. Existen un total de 1400 iniciativas pendientes de ser
dictaminadas y votadas por ambas cámaras del Congreso.
Por
ejemplo, los diputados enviaron al Senado las minutas de
reformas a la Ley del IMSS, a la Ley Minera y modificaciones constitucionales
en materia de arraigo y para permitir la venta de terrenos en playas a los
extranjeros; estos temas quedaron pendientes de discusión en la Cámara Alta.
Otro pendiente es el de la reforma para limitar la deuda pública de Estados y
Municipios, aprobada en el Senado pero rechazada por los diputados. También
queda pendiente la negociación para aprobar un Código Penal Único que aplique
en todo el país, así como el Código Federal de Procedimientos Penales que
regirá a los juicios orales, es decir, al nuevo sistema de justicia penal. A
estos asuntos se suma la reforma financiera, misma que acaba de ser presentada
por el gobierno del Presidente Peña Nieto y los integrantes del Pacto por
México. Hay otros temas atrasados relacionados con la reforma política del
2012, como la regulación de las candidaturas independientes, de la iniciativa
popular y de la consulta popular.
Como
podrán observar, el problema deriva de la propia Constitución, la cual regula
los plazos de duración de cada periodo ordinario de sesiones. Estos periodos cortos tuvieron justificación en el pasado, cuando los temas
que atendían los legisladores no tenían la complejidad que tienen ahora, y
cuando el estado precario de las vías de comunicación dificultaba que los
diputados y senadores de provincia pudieran llegar fácilmente a la sede del
Congreso; pero al día de hoy, tenemos una gran necesidad de regulación e
intervención legislativa, además, las vía de comunicación ya son otras, por lo
que es muy fácil para los legisladores llegar al Congreso.
Si comparamos las labores de nuestros
legisladores con otros países, el resultado es que trabajan muy poco. Por
ejemplo, en los Estados Unidos de América, los congresistas laboran once meses;
en América latina, los legisladores de Brasil y Ecuador trabajan diez meses; en
Europa, los legisladores de Italia, España y Francia trabajan nueve meses.
Estamos frente a una muy mala regulación del
trabajo de los legisladores, ya que estos periodos de sesiones tan breves,
impiden la continuidad de los trabajos legislativos, y no permiten un estudio
cuidadoso y pormenorizado de las iniciativas de ley.
En conclusión, las consecuencias de periodos de
trabajo reducidos son, por un lado, la ineficacia legislativa y, por otro, la
antidemocracia, que perjudican a uno de los poderes del Estado, y por ende, a
la sociedad. Por lo anterior, pienso que es necesario ampliar los periodos de
sesiones ordinarias del Congreso para abatir el rezago legislativo. Sería
conveniente reformar los artículos 65 y 66 constitucionales, a fin de que
nuestros diputados y senadores sesionen, por lo menos, diez meses en un año. El
problema es que ese cambio lo tendrían que aprobar ellos mismos.